¿Cómo ponerle precio a lo que vendo?

¿Cómo ponerle precio a lo que vendo?

Una de las primeras cosas que aprendemos al estudiar economía es la famosa ley de oferta y demanda: cuando sobra algo, el precio tiende a bajar; cuando falta, sube. Suena sencillo. Pero en la vida real no siempre lo vemos tan claro. ¿Cuántas veces escuchamos —o dijimos— frases como: “¿Por qué subieron tanto las galletas si la harina sigue igual?”

En Argentina, además, cargamos con una historia de precios controlados desde el Estado, que nos acostumbró a que alguien en una oficina podía “decidir” el valor de las cosas. Eso nos hizo crecer, en parte, como analfabetos económicos, porque nos cuesta naturalizar cómo funcionan de verdad los precios.


Los errores más comunes al fijar precios

Cuando vendemos algo solemos hacerlo de dos formas:

  1. Si compramos y revendemos: tomamos el costo y le sumamos un porcentaje.

  2. Si producimos un bien o servicio: sumamos lo que gastamos en insumos, más lo que vale nuestro tiempo y otros gastos (luz, agua, alquiler, etc.).

El problema es que ambos métodos son incompletos. Porque el mercado no funciona así: nadie paga un precio porque vos calculaste tus horas o tus costos.


La verdad incómoda: el precio lo pone el cliente

El único precio realista es el que el cliente está dispuesto a pagar. Tu tarea es asegurarte de que ese precio sea más alto que tu costo mínimo, para que te convenga seguir produciendo.

En el caso de los servicios, esto se vuelve aún más complejo, porque hablamos de ponerle un valor a tu propio tiempo y conocimiento. Ahí entran en juego tus expectativas, tu experiencia y el nivel de mercado en el que quieras posicionarte.


Estrategias para no perderse

  • Mirá a tu competencia directa. ¿Qué cobran otros por lo mismo?

  • Buscá sustitutos. Si lo tuyo es único, fijate qué opciones parecidas existen y cuánto cuestan.

  • Leé el mercado. Hay productos con demanda estacional (ejemplo: helados en verano, bufandas en invierno). Ajustar en esos momentos es clave.

  • Creá demanda. A veces el mercado no existe hasta que alguien lo construye con marketing y paciencia. Ahí el olfato del comerciante vale tanto como los números.


En resumen

Los precios no los definís vos, los define el mercado. Lo que sí decidís es si te conviene o no participar en ese juego. Puede pasar que tengas un buen producto, pero si al precio que el mercado acepta no te resulta rentable, lo más sensato es buscar otra opción.

Incluso los monopolios tienen un límite: si se exceden, la gente simplemente deja de comprar.

👉 Lo importante es aprender a diferenciar tu producto. Si el cliente percibe un valor agregado (calidad, servicio, confianza), puede elegirte incluso si no sos el más barato.

Al final, poner precio es un equilibrio entre costo, valor percibido y disposición a pagar. Y ahí está el verdadero arte de vender.


💬 Y vos, cómo fijás los precios de lo que vendés?
¿Te guiás por tus costos, mirás a la competencia o seguís tu intuición? Contame en los comentarios: tu experiencia puede ayudar a otros que están en la misma encrucijada.

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