Cuando la tecnología llegó y no nos preguntó si estábamos listos


1. Una charla cotidiana, un cambio profundo

—A mi hijo también le dieron una máquina, le pagan la conexión a internet y parte de la cuenta de la luz —me decía alguien durante un día de paro general.
La charla había comenzado porque le contaba que mi hija recibió una computadora portátil de sus empleadores y, un par de veces por semana, hace home office.

Pequeñas escenas como esta nos muestran cuánto ha cambiado el mundo laboral en tan poco tiempo.


2. De guerras frías a oficinas digitales

Soy de una generación que aprendió a entender el mundo a través del prisma de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría, con un modelo de producción basado en el fordismo de principios del siglo XX.

Vivimos la revolución de las comunicaciones, pero nunca imaginamos cuán profunda sería ni cuánto transformaría nuestras vidas. Pensábamos el futuro como algo entre lo utópico de los Supersónicos, con George Jetson apretando botones en una fábrica de engranajes, o lo distópico de 1984 y Terminator.

Durante la Guerra de Malvinas, circulaba la leyenda de los temibles gurkas que degollaban enemigos como guerreros medievales.
Al parecer, creíamos que la tecnología llegaría a nuestro mundo, sin cambiarlo. Y sin embargo, no fue así.


3. La transformación invisible

La tecnología no se sumó al mundo que conocíamos: lo transformó.
Cambió nuestros modelos sociales, nuestras relaciones y, sobre todo, nuestra forma de producir.

Hoy enfrentamos las necesidades económicas de una manera radicalmente distinta a como lo hacíamos hace apenas unos años. Y mucha gente aún no se dio cuenta.


4. El nuevo valor del trabajo humano

Las empresas necesitan a los trabajadores casi tanto o más de lo que los trabajadores necesitan a las empresas.
La vieja idea del “empleo estable” se vuelve cada vez más difusa.

Los jóvenes aprenden a valerse por sí mismos, se capacitan, exploran múltiples fuentes de ingreso.
Las empresas cuidan su capital humano porque no es fácil de reemplazar. Los obreros del siglo XX han sido, en gran medida, reemplazados por máquinas.

Los trabajos del futuro —y ya también del presente— requieren capacidades humanas que ninguna inteligencia artificial puede replicar del todo: criterio, empatía, creatividad, juicio.


5. O cooperamos, o desaparecemos

En este nuevo mundo, una empresa cuyos intereses están en conflicto con los de sus empleados está destinada al fracaso.
Solo prosperan aquellas que logran compartir objetivos con quienes las hacen funcionar.

Del mismo modo, solo podrán sostenerse los trabajadores que desarrollen habilidades que ninguna máquina pueda reemplazar.


6. ¿Trabajo o capital? Mejor los dos

La vieja dicotomía entre trabajo y capital —marxista, o tal vez ricardiana— ha quedado superada.
Hoy todos debemos ser, en alguna medida, capitalistas y trabajadores.

Quien no lo entienda, quedará fuera del juego y dependerá de lo que otros estén dispuestos a darle, ya sea por caridad, subsidio o resignación.




¿Estás desarrollando habilidades que una máquina no pueda hacer por vos?

Comentarios