Cómo elegir bien cuando la plata no alcanza
Me ha pasado más de una vez: cobro el sueldo y siento que tengo dos caminos enfrente. Por un lado, la deuda que me mira de reojo, como diciendo "¿Y yo para cuándo?". Por el otro, esa vocecita que dice: “Tenés que guardar algo, por si acaso”.
Y claro… la plata no alcanza para todo. A veces, ni para lo básico.
El dilema silencioso de todos los meses
En casa no siempre se habla de plata con tranquilidad. A veces es un tema que incomoda, que genera ansiedad. Pero la verdad es que decidir si pagar deudas o empezar a ahorrar no es solo una cuestión de números. Es también emocional. Es ese miedo al futuro, esa culpa por lo que ya gastamos, y el deseo profundo de sentir que, al menos un poco, tenemos las riendas.
De chicos ya nos entrenaban (sin querer)
Cuando era chico, escuchaba a los adultos bromear sobre sus deudas, como si fueran parte del paisaje. Parecía algo que les pasaba a todos. Nadie las tomaba muy en serio, a pesar de que condicionaban su vida. Algunos se lamentaban por no tener crédito, como si fuera un privilegio.
Sin darme cuenta, crecí pensando que tener acceso al crédito era algo bueno. Y nunca me detuve a pensar en cómo iba a pagarlo. Ahí empezó el problema.
¿Cuándo conviene pagar deudas primero?
Con el tiempo (y varios tropezones), entendí que las deudas más caras son las que más apuran. Esas con intereses que crecen en silencio —hola, tarjeta de crédito—, las que amenazan con cortar servicios, o las que ya entraron en mora.
Ahí no hay mucho que pensar: cuanto antes se pague, mejor. La deuda no solo pesa en el bolsillo, también te come la cabeza.
Y si encima tenés un crédito descontado directamente de tu sueldo, ese que sacaste en el mismo banco donde cobrás… bueno, sabés de lo que hablo. La plata se va antes de que la veas.
¿Y si empiezo por ahorrar?
Ahora, si la deuda está bajo control, si no hay intereses altísimos ni amenazas inminentes, a veces conviene guardar algo. Aunque sea poco. Porque no tener nada ahorrado también te deja en jaque: cualquier imprevisto te empuja a endeudarte otra vez.
Ahorrar no es un lujo. Es un salvavidas emocional.
La estrategia del “un poco y un poco”
A veces hago algo intermedio: pago parte de la deuda y separo una pequeña suma para el ahorro. No es perfecto, pero es un paso. Esa “alcancía emocional” no será grande, pero me recuerda que estoy haciendo algo. Que no estoy quieto.
Y aunque cueste verlo, tener un poquito de ahorro cambia el ánimo. Te da otra cabeza para decidir.
Cosas que a mí me ayudaron
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Ordenar las deudas por urgencia y por tasa de interés.
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Preguntarme si se pueden refinanciar en mejores condiciones.
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Automatizar el ahorro (aunque sea una transferencia chiquita).
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Anotar todo. Sí, todo. La memoria falla, pero la libreta no.
La plata no alcanza… pero alcanza para pensar mejor
No hay recetas mágicas. A veces elegí mal (más veces de las que quisiera admitir). Otras acerté de casualidad. Pero con el tiempo entendí que decidir con información y sin culpas es tan importante como la plata en sí.
Porque cuando uno se siente culpable o agobiado, decide mal. Y las malas decisiones nos dejan más atados que las propias deudas.
Al final, no se trata solo de números, sino de encontrar un poco de paz. De vivir más tranquilo.
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